Bárbara Castello

jueves, 4 de julio de 2013

Hasta que el amor exista

VII
Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora
y tan presta,
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta! [-J.Manrique]

Atravesaba el camino en busca de nada. Sin preocupaciones, sin deseos, sin miedos aparentes. Inesperada y casi sorpresivamente di con un ángel. Comencé ahora a tener deseos, motivaciones y uno o quizá hasta varios 'porqués' al despertar. Y no erré al pensar que podrías ser quien pudiese salvarme, y de tantas cosas.
En medio de un día blanco, me quité los zapatos y los hice a un lado. Me puse de cuclillas y supe que las baldosas de granito gris exudaban su aliento frío, lamiéndome las piernas trajeadas en piel. Aquel lugar parecía pertenecer a un olvidado y vetusto ensueño, aunque existía. Estuve allí y lo podrían atestiguar mis pies con el recuerdo del gélido contacto con el suelo de granito gris. Otra vez, solitaria en aquel desierto de columnas grisáceas y equidistantes entre sí. Nadie. Siquiese una sola alma de pájaro en los aledaños de ese sueño en ruinas. Estiré prolijamente mis manos y tomé en ellas un espejo en rectángulo, con una de sus aristas rota. Había perdido así, su carácter de rectángulo perfecto. Eran detalles que me habían llamado la atención, pero que hoy me son un tanto irrelevantes.
Una vez mi reflejo descansando con un inexorable mutismo dentro del espejo, comencé a mirarlo -primeramente- esforzándome por mantenerme quieta, estática. Luego comencé a pasar la yema de los dedos por mis párpados, labios y hasta por sobre algunos momentos que la vida había depositado en mi piel, quizá para que no me permita olvidarlos. En ese día lacónico y de expresión austera y; de pálido rostro, me las había ingeniado para apropiarme de mis rasgos, de aquel fragmento de tiempo de fascinación mítica y de mi cuerpo (nunca los había sentido míos, eran como un préstamo o la configuración azarosa que prescindía de la naturaleza, convicciones y certezas de mi alma). En aquel no-tiempo (hasta el viento parecía no existir), en un momento, mis ojos mantuvieron en línea recta la mirada de esa yo que proyectaba el espejo. Y, precisamente, no era yo quien miraba del otro lado, desde el espejo. Resultaba tarea difícil concentrarse en un sólo punto, en esa mirada que también dudaba en pertenecerme. En ese instante, pensé en vos. La imagen de aquel revelador de verdades escondidas, me resultaba extraña y tan distante como si se tratara de otra persona, de otras frustraciones, obsesivos anhelos, miedos. Y fue cuando por fin comprendí que vos eras como aquel espejo. Tenías el increíble talento para ayudarme a mí misma a que me comprenda, a reconocer esas partes mías que aún no reconocía . De ese modo, entonces, mi reflejo en aquel espejo, era la mirada que tenías de mí , acaso muy diferente al modo en que acostumbraba mirarme, así como la mismísima imagen invertida que configuran los espejos, causa de un haz de rayos de luz que viajan en la misma dirección
Despegué mis rodillas del helado aliento que se desprendía del suelo de granito, dejando a un lado el espejo con su arista quebrada. Ya no lo necesitaba, ahora ya y, gracias al haberte encontrado, hoy me reconozco. Sé que cada fracción de mi rostro, mis aflicciones, mis pasiones, mis facciones corporales, mis pensamientos de hiel y lo plácido de mis tiempos, de algún modo me pertenecen; ya no me hallo extraña o habitante en un cuerpo que me es erróneo, no coincidente con lo que pensaba que era yo.
Luego de tantas dudas, empecé a admirar ese trozo de espejo, a admirarte, a pensarte increíble, un alma tan pura y llena de amor. Te creí así, de la misma manera que un ángel, tallado tu corazón con el más puro y genuino cristal.
La mayoría de las veces, nuestro cuerpo no es un fiel reflejo de nuestro alma, "materia no siempre coincidente con sustancia". Pero siempre habrá al menos un ángel nublado o transparente, con una pureza y fragilidad inconmensurables o tal vez uno diferente: bajo un cielo blanco y quieto, o bajo uno cálido y diáfano, ¿quizá uno tan cándido y fresco como las corolas y las tiaras de fresno?, no lo sé pero, siempre existirá ese ángel que de alguna manera ayuda a excarvar en lo profundo de un alma. ¿Cuántas veces un alma hermosa no coincide con una apariencia? Sino, que es en la mirada, la sonrisa y hasta el mismo caminar, los modos en que hacemos hablar a nuestro alma, mediante nuestro frasco corpóreo y casi tan virtual como los reflejos que configuran los espejos, esos guardianes de fortalezas y cofradías de sustrato sincero que, no obstante, respiran bajo la máscara engañosa de la apariencia.
Pensé y repensé, una y casi mil veces, en quedarme con aquel espejo de arista rota, pero retrocedí en mi pensar y opté finalmente, por dejarlo allí. ¿Para qué si ya tenía mi ángel, si él ya me había salvado? Sé que lo dejaré ir si es que esta urgencia de amor quedase extinta, después de todo ya nos hemos salvado bajo cielos blancos, entre sombras proyectadas por secuencias de columnas equidistantes o de esquirlas. Pendiendo de una guirnalda infinita o la rama de un árbol de invierno, quizá de estío.
Y doy por seguro que estará junto a mí el tiempo que sea necesario, sólo y hasta que el amor exista entre nosotros
-Tan sólo sé que esta historia sucedió, este lugar fue. Tan sólo, lo sé -

Bárbara, mayo de 2013.

[-Brooke Shaden Ph]

No hay comentarios:

Publicar un comentario