Bárbara Castello

jueves, 4 de julio de 2013

Un ruiseñor en Singelgracht

Prendo el equipo, ¿alguna canción podrá solidarizarse conmigo e inspirarme?. Mmm aún lo dudo, creo que tendré que accionar un conjuro diferente...

Otra vez encaprichada con alcanzar aquel estado de berborrágica felicidad; ahora la música está surgiendo efecto. Esto de bucear constantemente por masas de agua diferentes me mantiene encendida, aunque por lapsos, también me siento morir en alguna de sus turbulencias. Me gusta dejarme llevar por esos mundos líquidos que llenan de paz este vacío, de a ratos irreales, tantas veces verdaderos. Estos mares también me oscurecen.
Tantas veces como me pregunten, tal vez siempre respondería que en otra vida sería un ruiseñor. Mi nombre sería Filomena y sólo me ocuparía de volar. Las luces de las farolas se encenderían con cada trino, siendo el único consuelo de una noche sin estrellas.
El crepúsculo irradiaba un verano tardío a principios de otoño, que se prometía interminable. El corazón del ruiseñor latía muy aprisa y el oleaje de luz que refractaban los cristales de la ciudad intensificaban su vuelo. El sol lo estaba iluminando todo, mientras el ruiseñor terminaba por encenderlo. Las barcas sacudían las aguas del canal Singelgracht, en Amsterdam. Los ventanales de cafés y los espejos líquidos de las veredas direccionaban su luz hacia el ave que sobrevolaba indefectiblemente hacia algún lugar. La luz parecía alimentar al pájaro, y cada sitio de la ciudad le aportaba su combustible: el viento hacía que las aguas del Singelgracht se contoneen exhibiendo orgullosas las lucesitas de la ciudad y la cuchara de plata con la que la señora Liselot revolvía con esmero su bakkie koffie, proyectaba corpúsculos de luz por causa del intenso sol que atravesaba el pequeño ventanal del café al atardecer.
De pronto comencé a escuchar interferencias en la radio, dejando de sintonizar música. Otra vez volví a ser Filomena. Tampoco. Miré mis manos aglutinadas en jabón y luego dirigí la mirada hacia el espejo del tocador que tenía frente a mí. Seguía siendo Martina.

Bárbara, Lunes 1º de julio de 2013.

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