Bárbara Castello

domingo, 8 de septiembre de 2013

Diosa Bastet

Con un leve e ininterrumpido aleteo de pestañas, pocos instantes antes de impedir que el baño de sol sumerja en sus pupilas y las entibiase vorazmente - asustándolas como si contara el balón dorado con cuchillas o tijeras doblemente afiladas - el universo amenazaba con desaparecer. No lo hace. Tan sólo se manifiesta poco certero, inverosímil y estático bajo los párpados. La que se vaporizaba envuelta en un astrolabio de cristal frío, aunque con el ímpetu de una bola de fuego, esa era ella.
Ella, a quien el mundo atosigaba a preguntas laberínticas, poco contrastables con la realidad.
Ella, a quien el movedizo e inquieto universo daba mordiscones y sacudidas a su antojo cuando se decidía a enfrentarlo. Ella, quien no obstante, seguía petrificada e indoblegable cual esfinge, cual Diosa Bastet con sus felinos de tiza muerta, arenosa e histérica.

Bárbara, [Algún día de marzo de 2013]