Sigo insistiendo en ese mundo que no existe, en ese perfecto estado que aún no sé dibujar (¿quizá algún día pueda?). Me duelen esas cicatrices que no existen, y las que estoy segura de que sí, también me estallan por dentro y de a ratos, sin avisar.
Persisto en la idea en que soy una habitante de aquel nítido sueño que elegí despierta y criteriosa y detallista y neurótica y amarga y divertida y estúpida y, y, y; y podría seguir. ¡Qué incrédula!, pero esa es mi sincera felicidad.
Me armé el refugio más confortable y hermoso a lo largo de todo este tiempo, y jamás bebí de él. No resolví aún si es que no me atrevo, si es que presumo sólo conmigo misma o si estoy esperando el momento indicado, cuando sé que la oportunidad no llega, hay que crearla.
A veces las noches saben dulce, otras son insoportables e insufribles. Esta noche sólo sé que estoy sola y que no se siente nada mal. Hoy la siento purpúrea y trágica, aunque es una noche carente de magia y se las trae, con más de lo mismo. Busco encanto en esta noche, pero la pizarra me quiebra la mina del lápiz y me susurra impaciente que el encanto es hierba espontánea, que no crece si se fuerza a colocar bajo tierra su semilla, esperando que se asomen pimpollos o dé sus frutos. El encanto es así, y crece sin deseos de que exista, como la flor silvestre.
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((La fotografía es de https://www.tumblr.com/register/follow/d-r-u-g--a-d-d-i-c-t-i-o-n ))

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