Bárbara Castello

miércoles, 17 de octubre de 2012

De mi sueño onírico

* Tenía ganas de publicar uno de los videos de 'Canal (á)' del programa Mujeres por hombres (está buenísimo) acerca de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, pero desgraciadamente me recorrí todo youtube y vimeo y no pude encontrarlo. Aprovecho el hermoso día de sol (al fin salió) para compartir otro de mis escritos:

Me acordé de algo, algo de mentiritas. El recorte que hicieron mis pensamientos de un sueño. Hoy, podría contar detalladamente, aquella mentirita onírica.

MENTIRITA I:
Yo, parada casi al comienzo de un camino que parecía eterno e infinito, al no poderse vislumbrar su final. Había mucha hierba –verde obscura – debajo de mis zapatos, en verdad me encontraba descalza y había sido quizá, de más tierna la hierba ya que ningún pinche me había atravesado la planta de los pies a lo largo del camino de mi creativa mentirita.
A ambos lados del camino, se alojaban arbustos bien podados con frutitos redondeados y color carmín. Recuerdo haberme sentido plena, estaba maravillada. En el pasaje onírico, sólo prestaba atención a dos cosas: los arbustos con frutos carmín y a mis pies sobre la hierba, quizá hasta estaba en invierno porque estaban bastante blancuzcos para el color de mi tez. Yo caminaba y caminaba; sabía que continuaba con la marcha al verme avanzar observando el follaje depositado a ambos lados, porque si hubiese sido por mis pies, ellos siempre se quedaban inmóviles. A veces la hierba se mecía, debió de haber alguna clase de viento o cálida brisa. El sol se refugiaba pálido aunque había apenas, una vaga neblina.
Extendí mi mano, estaba hacia un costado del camino –ya no en medio- para sentir de cerca aquellos frutos rojos. Me hallaba completamente ensimismada con tanta belleza, tengo un trato un tanto particular y ameno con la naturaleza. Esta me eleva, me inspira y hasta a veces me obnubila y sofoca.
Sentí una punzada en mi brazo, era pequeña, como una corriente eléctrica inofensiva que sentí recorrerla muy dentro de mí, en el interior de alguna arteria o nervio. Era como ácido, pero benigno. No me repercutió físicamente, sino que me entristeció de repente. Me sentí burlada por tantos y miles de ojitos que eran tan carmines y perfectos. Pensé que eran maravillosos, pero no lo eran del todo. Quizá hasta alguna lagartija etérea, frívola y lapislázuli sería más amigable o hasta quizá indiferente conmigo. Entonces, me angustié otro tanto, me enojé con tanta preciosidad de sueño que decidí darle un término a todo aquello que comenzaba a contaminarse.
Y fue allí, que quizá me desperté sintiendo amoratado y astillado mi rostro. Maldito sofá, - pensé en aquel momento.
Cinco menos cinco, me cambié ligeramente y salí del cielo raso. No tenía rumbo fijo, pero estaba sobre el origen de mi brotecito de ensueños. Entonces salí, salí y salí, marchando sin preocupaciones sobre mi recién nacido y conocido bebé Strasbourg, sobre mi bella Francia. Y salí, salí, salí…



[Bar]

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