Bárbara Castello

sábado, 12 de mayo de 2012

árbol

Repté aquel árbol sujetándome fuertemente de su tronco. Sentí sus ranuras, su corteza, su savia fresca y lasciva, su dolor, sus cicatrices. Llegué al vértice, al último extremo de su copa. Apoyé mi espalda contra la punta de aquel árbol olvidado, dividiendo así mi cuerpo en partes iguales: estaba perfectamente suspendida, boca arriba al cielo que en aquel último atardecer el viento gélido no bosquejaba, ni dibujaba, ni suavizaba; sólo resaltaba con tajante despecho y tenue amargor, mi vida. Levitando como diente de león, codeándome con quién sabe qué rama.
Y allí estaba yo. Lúgubre, pero feliz. Distante, pero tan cercana. Con mi universo imposible de sostener, acariciando la extrañeza de aquel árbol. ¿Acaso dije universo imposible de sostener? Recuérdenmelo si así fue.
Basta de pensar, mejor llename este vacío. Salvame.

[Bar]

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